John Perry Barlow Fuente: liveforlivemusic.com |
En 1996, John Perry Barlow, antiguo integrante de los Grateful Dead, ganadero retirado y cofundador de la Fundación Frontera Electrónica (Electronic Frontier Foundation), redactó este manifiesto ante la injerencia creciente de los legisladores estadounidenses en los asuntos internáuticos. Es un tema que no pasa de moda: todos los gobiernos han intentado, en un momento u otro, el famoso «ponerle puertas al campo» (sin ir más lejos, la actual administración Trump, muy en su línea, votó el 14 de diciembre una peligrosa propuesta para acabar con la neutralidad de la red, uno de los principios básicos sobre los que se sustenta internet y que hará de las redes otro lugar más en el que el acceso y la exposición estarán íntimamente vinculados al poder adquisitivo de cada cual. Aquí más información sobre este tema).
Gobiernos del Mundo Industrial, exhaustos gigantes de carne y acero, vengo del Ciberespacio, el nuevo hogar de la Mente. En nombre del futuro, les pido en el pasado que nos dejen en paz. No son bienvenidos entre nosotros. Ustedes no ejercen ninguna soberanía sobre el lugar en el que nos reunimos.
No hemos elegido ningún gobierno, ni pretendemos tenerlo, así que me dirijo a ustedes sin más autoridad que aquella con la que la libertad siempre habla. Declaro el espacio social general que estamos construyendo independiente por naturaleza de las tiranías que ustedes pretenden imponernos. No tienen ustedes ningún derecho moral a gobernarnos ni poseen métodos para hacernos cumplir sus leyes que debamos temer verdaderamente.
Los poderes legítimos de los gobiernos emanan del consentimiento de aquellos a los que gobiernan. Ustedes no han solicitado ni recibido el nuestro. No les hemos invitado. No nos conocen, ni conocen nuestro mundo. El ciberespacio no se halla dentro de sus fronteras. No crean que pueden modelarlo, como si fuera una obra pública. No pueden. Es una creación de las fuerzas de la naturaleza que se nutre de nuestra acción conjunta.
No se han unido ustedes a nuestra gran conversación colectiva, ni fueron el origen de la riqueza a nuestros mercados. No conocen nuestra cultura, nuestra ética o los códigos no escritos que ya proporcionan a nuestra sociedad más orden que el que podría obtenerse por cualquiera de sus imposiciones.
Proclaman que existen problemas entre nosotros que ustedes necesitan resolver. Usan eso como excusa para invadir nuestros límites. Muchos de esos problemas no existen. Donde haya verdaderos conflictos, donde haya errores, los identificaremos y resolveremos por nuestros propios medios. Estamos creando nuestro propio Contrato Social. Esta autoridad se creará conforme a las condiciones de nuestro mundo, no del suyo. Nuestro mundo es diferente.
El Ciberespacio está formado por transacciones, relaciones y el propio pensamiento, que se extienden como una ola estacionaria en la red de nuestras comunicaciones. Nuestro mundo se encuentra a la vez en todas partes y en ninguna parte, pero pertenece al mundo corpóreo.
Estamos creando un mundo en el que todos pueden entrar, sin privilegios o prejuicios raciales o derivados del poder económico, de la fuerza militar, o del lugar de nacimiento.
Estamos creando un mundo donde cualquiera, en cualquier sitio, puede expresar sus creencias, sin importar lo singulares que sean, sin miedo a que se le obligue a guardar silencio o al conformismo.
Sus conceptos jurídicos sobre propiedad, expresión, identidad, movimiento y contexto no se nos aplican. Se basan en la materia y aquí no hay materia.
Nuestras identidades no son corpóreas, así que, a diferencia de ustedes, no se nos puede coaccionar físicamente. Creemos que nuestra autoridad emanará de la moral, de un interés propio informado y del bien común. Nuestras identidades pueden distribuirse a lo largo de muchas jurisdicciones. La única ley que todas nuestras culturas reconocen es la regla de oro. Tenemos la esperanza de poder construir nuestras soluciones particulares sobre esa base. Pero no podemos aceptar las soluciones que están ustedes tratando de imponer.
En Estados Unidos hoy han aprobado ustedes una ley, la Ley de Reforma de las Telecomunicaciones, que repudia su propia Constitución e insulta los sueños de Jefferson, Washington, Mill, Madison, DeToqueville y Brandeis. Estos sueños deben renacer ahora en nosotros. Les atemorizan sus propios hijos, ya que ellos son nativos en un mundo donde ustedes siempre serán inmigrantes. Y como les temen, encomiendan a su burocracia las responsabilidades parentales a las que cobardemente no pueden enfrentarse ustedes mismos. En nuestro mundo, todos los sentimientos y expresiones de humanidad, desde las más viles hasta las más angelicales, son parte de un único todo, la conversación mundial de bits. No podemos separar el aire que asfixia de aquel en el que se baten las alas.
En China, Alemania, Francia, Rusia, Singapur, Italia y los Estados Unidos están ustedes intentando luchar contra el virus de la libertad erigiendo puestos de guardia en las fronteras del Ciberespacio. Puede que impidan el contagio durante un pequeño lapso de tiempo, pero no funcionarán en un mundo pronto cubierto por medios transmitidos por bits.
Sus industrias de la información cada vez más obsoletas se perpetuarían proponiendo leyes, en Estados Unidos y en cualquier otro lugar, industrias que reclaman ser dueñas de la palabra en todo el mundo. Estas leyes declararían que las ideas son otro producto industrial, no más noble que el hierro en bruto. En nuestro mundo, todo lo que la mente humana puede crear puede reproducirse y distribuirse infinitamente sin ningún coste. Ya no es necesario que sus fábricas lleven a cabo el trasvase global de pensamiento.
Estas medidas cada vez más hostiles y colonialistas nos abocan a la misma situación en la que estuvieron aquellos defensores de la libertad y la autodeterminación que tuvieron que luchar contra la autoridad de un poder distante y desinformado. Debemos declarar nuestras identidades virtuales inmunes a su soberanía, aunque continuemos consintiendo su poder sobre nuestros cuerpos. Nos propagaremos por todo el planeta para que nadie pueda encarcelar nuestros pensamientos.
Crearemos una civilización de la Mente en el Ciberespacio. Que sea más humana y hermosa que el mundo que sus gobiernos han creado anteriormente.
Davos, Suiza a 8 de febrero de 1996
Aquí podéis escuchar al propio John Perry Barlow leyendo su manifiesto:
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