martes, 17 de abril de 2012

Secreto de hermanas III: El cine mudo australiano

Escena de The Artist (2011), foto de Cajón de Historias

Como os he comentado en anteriores entradas, Secreto de hermanas tiene mucho más de lo que se ve a simple vista. Quizá no os atraigan demasiado los misterios familiares o los romances cargados de pasión, pero a lo mejor os gustó The Artist (¡qué maravilla de película!) y os da curiosidad saber cómo fueron los inicios del cine australiano con la excusa de un relato de ficción romántica.

Silver Wattle, foto de Wikipedia
En primer lugar, prometí hablaros sobre el título original de la novela, Silver Wattle. Como ya sabéis, las otras dos novelas de Belinda también tenían nombres de plantas (La gardenia blanca de Shanghái y La lavanda silvestre que iluminó París), y en este caso no iba a ser diferente, pero la traducción del título original planteaba más problemas que en ocasiones anteriores. Silver Wattle hace referencia a la mimosa (término que no podía utilizarse en el título original dada su polisemia en español), que también es la acacia plateada australiana (curioso nombre el suyo, pues sus flores no son plateadas, sino de un intenso color amarillo). Pero además, silver wattle tiene otro significado aparte del botánico más obvio, al igual que silver screen (pantalla plateada), es un término que comúnmente se utiliza para referirse al séptimo arte y que equivaldría a construcciones parecidas en español como «gran pantalla», «linterna mágica», «séptimo arte», etc.

Esto se debe a la profesión de Adéla Rose, la protagonista de Secreto de hermanas (tenéis que reconocer que era difícil encajar todos esos significados en un solo título en español, por eso imagino que se ha optado por un título que no tiene nada que ver), que consigue convertirse en una de las primeras directoras de cine mudo australiano.

Carátula del DVD, foto de
sensesofcinema.com
Como ya sabéis, durante la traducción de Secreto de hermanas conté con el inmenso placer de poder comunicarme con la autora de la obra, Belinda Alexandra. Cuando le comenté que me daba mucha curiosidad ver el DVD (The History of Australian Cinema 1896-1940) que menciona en su nota al final de la novela y que ella misma utilizó como documentación, no tardó en enviarme una copia. He disfrutado mucho viendo este documental, porque me remite irremediablemente a Secreto de hermanas y a las andanzas de sus protagonistas. A continuación, trataré de haceros un breve resumen.

En los albores del siglo XX, la principal característica de la industria cinematográfica australiana fue que nació para adquirir una popularidad extraordinaria entre las gentes de Australia. En cuestión de muy pocos años, todo el mundo, incluso los que no acostumbraban a asistir al teatro, tenían una cita semanal ineludible con las «películas en movimiento» que se proyectaban en cualquier lugar, en teatros de vodevil, acompañadas de bandas de música, o en salas multiusos, al aire libre, en parroquias, en pueblos y en ciudades.

Durante los primeros años del nuevo siglo, los directores de cines recorrían los pueblos para proyectar sus trabajos, y solían hacer lo que también se les ocurrió a Adéla y su tío Ota: grababan escenas entre los lugareños, para atraerlos por vanidad a que se vieran actuando en sus películas.

The Sentimental Bloke (1919), una de las películas mudas
australianas más conocidas, foto de Head Records

Ante un éxito tal de público, pronto los directores comenzaron a rodar historias de carácter típicamente australiano, que se oponían y diferenciaban de las creaciones británicas o norteamericanas como forma de afianzar un nacionalismo aún muy supeditado a la corona británica.

Raymond Longford, foto de Wikipedia
Algunos nombres comenzaron a destacar y el más reconocible de todos ellos es el de Raymond Longford, una leyenda del cine mudo australiano y director, entre otras obras, de The Sentimental Bloke (1919), su obra de más éxito basada en un poema de C. J. Dennis. Aparte de la lírica de sus intertítulos, esta película, un poquito como The Artist, sorprendió a todo el mundo y tuvo muchísimo éxito, no solo en Australia, sino también en Inglaterra. Su calidad técnica y su sencillez se unían a una enorme sensibilidad: los personajes lograban expresar sus sentimientos con una simple mirada o un leve gesto. En Secreto de hermanas, Raymond Longford tiene a bien reunirse con nuestra protagonista, Adéla, para ofrecerle algunos consejos sobre dirección en una de las escenas que traduje con más cariño de la novela. No sabría deciros por qué, pero me gustó mucho: me pareció muy entrañable, al igual que cuando le oí hablar en el documental.

Otro de los rasgos distintivos de la primera época del cine australiano fue la altísima presencia femenina en cargos de importancia creativa en dirección, guión, interpretación y producción. El propio Longford contaba con su inseparable pareja artística, Lottie Lyell, que fue su musa y su compañera, pues protagonizó muchas de sus películas, se encargaba de la redacción de los guiones y desempeñaba muchas otras labores. Mantuvo con Longford una larga relación amorosa, aunque nunca pudieron casarse, pues la esposa católica de Longford no estaba dispuesta a concederle el divorcio. Desgraciadamente, Lyell murió, con tan solo 35 años, de tuberculosis (poco después de que tuviera lugar el ficticio encuentro entre Adéla y Longford recreado en Secreto de hermanas).

Lottie Lyell, foto de
Silent Ladies & Gents
Sin embargo, aquella época dorada pronto se vería amenazada por una industria mucho más voraz que la nacional: el gran monstruo industrial que representaba Hollywood pronto reconoció el gran potencial que tenía el mercado australiano: cantidades ingentes de espectadores sin ninguna barrera idiomática que impidiera la distribución directa.

Así, para ira de los productores y realizadores australianos y crítica de la opinión pública australiana, las distribuidoras estadounidenses desembarcaron con todo su poderío económico y técnico en el continente, dispuestas a hacerse con el monopolio absoluto del mercado. Los lectores de Secreto de hermanas recordarán de inmediato a Freddy Rockcliffe, probablemente uno de los personajes más encantadores de la novela.

En 1927, ante los abusos cometidos por las productoras norteamericanas, las autoridades decidieron formar una Comisión Real de investigación para tratar de discernir hasta qué punto podían imponer unas normas que protegieran el cine de cosecha propia. Se barajaron muchas medidas que nos sonarán extraordinariamente familiares, como la imposición de un canon, de cuotas a las productoras extranjeras, ayudas, subvenciones, etc.… Al final, todo quedó en una mera lista de tímidas recomendaciones, que no hicieron sino mermar aún más la precaria situación en la que ya se encontraba la producción nacional.

Por fin, en la década de los treinta, la época dorada del cine mudo australiano terminó abruptamente, casi de la noche a la mañana, con la llegada de las talkies, las películas habladas: el cine sonoro. No solo George Valentin, el carismático actor protagonista de The Artist, será víctima de la introducción del sonido en el cine. Adéla, como veréis los que leáis Secreto de hermanas, sufrirá en sus propias carnes la llegada de una revolución técnica que encareció los costes, profesionalizó la industria y acabó con la época de vibrante creatividad que supuso el cine mudo en Australia.

Australia (2008), protagonizada por Hugh Jackman y Nicole Kidman, está inspirada
en los temas clásicos de las películas mudas tradicionales australianas,
foto de Farawaydows

Si queréis seguir leyendo más sobre Secreto hermanas, podéis leer los capítulos anteriores:

3 comentarios:

  1. Me ha parecido muy interesante la historia del cine mudo australiano y me entran ganas de ver el documental. También voy a hojear la trilogía esta que has traducido. Imagino que sí, pero ¿has leído We of the Never Never?

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  2. ¡Me alegro de que te haya gustado!

    No, esto no es una trilogía: es una sola novela. Las otras dos novelas de Belinda tienen historias independientes y se pueden leer perfectamente por separado, porque no tienen nada que ver con Secreto de hermanas.

    No he leído la novela que me dices, pero tiene francamente buena pinta.

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  3. ¡Qué bien que te haya gustado, Sandra! Me alegro mucho.

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