miércoles, 25 de junio de 2008

Patapum al grandote

Antes de seguir contándoos mis desgracias y enfermedades, me gustaría poneros una nota de color (rojo y amarillo) y hablar, sin que sirva de precedente, de fútbol...


Y es que el fútbol, junto con el trabajo y la rodilla, ha sido una de las constantes de mi estancia en Basilea... Mi intención inicial era hablaros de cositas históricas de Basilea, rollos turísticos y tonterías sobre las manías culturales de los suizos, pero va a ser difícil que os hable de todo eso, porque hice más turismo el año pasado, cuando fui a visitar a Alba un fin de semana, que éste, que me he pasado todo el mes en Basilea.

Y es que los suizos se han tomado realmente en serio lo del año futbolero: Todas las tiendas de comestibles tenían cosas con forma de balones de fútbol: bombones, tabletas de chocolate, bollitos de pan, etc... Todos los escaparates tenían banderolas, camisetas y guirnaldas, y en casi todas las fachadas de los edificios, no faltaban las banderas que colgaban los vecinos en sus balcones... Y algo que llamaba especialmente la atención es que la ciudad se ha transformado para convertirse en unos enormes alrededores de campo de fútbol: todo lleno de lavabos portátiles, tenderetes y fan zones con gigantescos escenarios que se erguían en los lugares más insospechados (el peor, el que ocupaba por completo la plaza de la catedral de Basel, que la afeaba y empequeñecía...).

Esto ha hecho que nuestra agenda se haya visto influida totalmente por los partidos programados ¡cómo no podía ser de otra manera! Reconozco que yo no soy especialmente futbolera, pero esto de la Eurocopa es como las olimpiadas... ¡Uno se traga por la tele hasta las emisiones de deportes más insospechados! (quizás lo que más se resiste es la hípica, pero todo lo demás, cae). Además, se ve a la gente de buen rollo, emocionada, confraternizando con los contrarios, pasándoselo bien y cantando canciones en idiomas que no conocen pero que suenan la mar de bien como cánticos balompédicos... En fin, que en general, ha sido divertido.

Y claro, nos reunimos con Carlos para ver el histórico y agobiante partido del domingo pasado (de hecho, íbamos a ser muchos más, pero la sección italiana fue la primera en rajarse)... Pasamos mucho calor, porque los suizos no conocen el concepto de aire acondicionado y hacía un calorcete asfixiante... Pero mis acompañantes sufrieron como el que más, ¿a que sí? Y eso que la táctica de ataque de los italianos se resumía en ese "patapum al grandote", que era ese Luca Toni que siempre trataba de cabecear todos los balones (la duda que teníamos era si le hubiera tocado tirar algún penalti... ¿le habría dado también de cabeza?)... Aunque hay que reconocer que la defensa italiana fue perfecta...

Llegados los penaltis, nos dimos cuenta de que había muchos más seguidores de España de lo que parecía a priori (al principio, todos nos parecían italianos) ¡y la emoción era enorme cuando Casillas paraba penaltis y Cesc Fábregas metió su golazo!

Por lo que se oye aquí en España, no se vieron las celebraciones de los jugadores de este último penalti, porque Cuatro se fue a publicidad automáticamente. Después de ver ayer el Alemania-Turquía, tengo que decir que los comentaristas de Cuatro son sencillamente insoportables: incultos, supersticiosos, infantiles, vocingleros... ¡prefiero a los suizos, que al menos, les entendía poco!

¡Ya sabes, Carlos! ¡Lo prometido es deuda! ¡Te toca comprarte la camiseta de la selección para la recta final! ;-)



Fotos: 1) El Eoipso justo al acabar el partido (en la pantalla podéis ver a Senna y a Arbeloa abrazándose emocionaos)... Los italianos se retiraron con el rabo entre las piernas, 2) Fussball brot, 3) Pelotitas de chocolate, 4) El grandote al que pasaban los italianos todos los balones... el tío no aprovechó ni una, 5) Los nuestros, contentísimos.


martes, 24 de junio de 2008

Agudeza visual

Ya de vuelta en Madrid, con un concierto en do menor de martillazos y taladradoras a mi alrededor (efectivamente, era exactamente TAN malo como Pablo decía... Qué ruido más insoportable), tengo una foto que me hice la semana pasada para mostraros, en un alarde de exhibicionismo chungo, mi "nueva" pierna en todo su esplendor...


Entonces, la pregunta es: ¿Cuál es la pierna accidentá? (La respuesta correcta no es fácil, dado que la rodilla buena ya llevaba unos días de aguantar todo el peso de mi cuerpo... Hasta me he tenido que comprar una rodillera pa la buena, pa no tener descoyuntadas las dos).

Y mañana, después de hacerme una resonancia... ¡os escribo la segunda parte del accidente rodillero!

lunes, 16 de junio de 2008

Accidente rodillero

Está claro que esta estancia mía en Basilea está siendo todo menos tranquila… Y como estamos en plena vorágine futbolística, lo que más pegaba es que me lesionara de la rodilla (bien podría no haber pasado, pero aquí estamos… Qué se le va a hacer…).

En fin, después de pasar la tarde presenciando las miserias de Italia, con su empate a uno con Rumanía, por un lado (apoyando a Maria y a Chiara, que se habían vestido para la ocasión) y de Francia por el otro, con el terrible 4-1 a favor de Holanda, quisimos seguir la noche en Aqua, un local del que he estado oyendo hablar casi desde que llegué aquí y que a las congregaciones italiana y francesa les encanta… Total, que para allá que nos fuimos Carlos, Maria, Chiara (a la que en el último minuto convencimos para que se tomara con nosotros la última copa antes de irse a hacer la maleta, porque se iba al día siguiente) y yo.

Lo que sucedió después no lo recuerdo bien (eso mismo les dije a los médicos, que me miraban con cara de incredulidad… La estudiante de medicina de turno llegó a preguntarme si había bebido y cuando le dije que no, me miró con aún más cara de incredulidad ¡¡¡¡que no!!!!, ¡¡¡¡que no estaba borracha!!!! ¡¡¡Me había bebido una cerveza hacía por lo menos tres horas!!!)… Sólo sé que en el momento exacto, Carlos me estaba describiendo una escena de Trainspotting (después de esto, debería verla enterita…) y un segundo después, lo único que recuerdo es un dolor intensísimo en la rodilla (como si me hubiera dado un giro de 180º) y que mi cabeza se apoyaba en la tierra húmeda… Después, todo se convirtió en un torbellino: todos hablando a mi alrededor, gente que preguntaba qué pasaba, Maria, que se iba corriendo a parar un taxi… Aún tardé un poquillo en sentarme y entonces, mientras yo me mareaba cosa mala, unas estudiantes de enfermería muy simpáticas me estuvieron mirando la rodilla y me dieron agua (con gas… En aquellos momentos no fui lo suficientemente rápida como para decirles que no…). Al cabo de un rato, Carlos y Chiara me ayudaron a levantarme del suelo (¡suerte que no tuvisteis que llevarme en brazos a ninguna parte, ¡porque os hubierais herniado!) y, después de despedirnos de Maria, a la que dejamos con cara mezcla de preocupación y de sorpresa, nos montamos en el taxi que nos estaba esperando y nos dirigimos a LA farmacia de guardia de Basel (convenientemente situada frente a las Urgencias del hospital del cantón). Me dio la sensación de que el taxi daba veinte mil vueltas para llegar hasta allí (supongo que también se me hizo largo porque me dolía horrores la rodilla y porque aún tenía el miedito/tembleque en el cuerpo)… Chiara cogió estupendamente las riendas de la situación y fue ella la que entró en la farmacia, departió con la dependienta y salió con una colección de vendas, cremas antinflamatorias, etc., para mi dolorida rodilla.

A continuación, nos dirigimos a casa de Carlos (mmm, ya sabéis, ya os lo he dicho: si antes era uno de los mejores anfitriones ahora ha pasado a ser EL anfitrión de oro), porque no me sentía yo como para quedarme a solas con aquel monstruo de rodilla que se me estaba poniendo (y con el tembleque que aún tenía en el cuerpo). Al llegar allí, envié a Chiara de vuelta a casa, a hacer su maleta… Sé que, si por ella hubiera sido, habría perdido el avión del día siguiente para quedarse conmigo… ¡Y yo eso sí que no habría podido perdonármelo! ¡Ya les monté suficiente numerito tal cual!

Después de subir las escaleras (nunca se me habían hecho tan largas… No quiero ni pensar lo que va a ser cuando esté de vuelta en Carabanchel… Supongo que tendré que enclaustrarme en casa…) ya sí que me dio el bajón total (estaréis pensando que soy una flojucha), pero después de una valeriana y una tilita, se me pasó un poco… También me alivió colocarme una de las curiosas vendas que me había comprado Chiara, que estaba como embadurnada de Vicks Vaporub y me alivió un poquillo el maldito dolor… Después de poner al corriente a Pablo, que se quedó asustao; Carlos y yo nos pasamos un buen rato viendo la vía del Bonn-Berlín (resulta que aquí hay un par de cadenas de tele que, a partir de cierta hora, ponen pececillos de colores, troncos crepitantes en una chimenea o lo que se ve desde la máquina de un tren en un trayecto determinado para ayudar a los insomnes a conciliar el sueño) y luego, a tratar de dormir, cosa bastante imposible porque ya no sabía cómo colocar la maldita pierna pa que no me apretara, presionara o pinchara el maldito huevo de paloma en que se había convertido mi rodilla…

Si hubiera estado mejor a la mañana siguiente, habría pasado de ir al médico, pero la condenada seguía hinchada y doliéndome un montón cuando trataba de cojear, así que decidí meterme en camisa de once varas y llamar a Sanitas ¡con el rollo que es esto de los seguros médicos en el extranjero! De nuevo, de no ser por los teléfonos e internetes de Carlos, habría estado bastante perdida, porque donde nos alojamos (apenas un par de manzanas más al este… Querría haberos contado algo de mi humilde cuartito en el Gundeli Appartementhaus, pero es más jugosa la historia de la rodilla… Casi tanto como esta otra…) no hay ni teléfono, ni internet, ni tan siquiera recepcionistas los fines de semana…

Lo bueno es que, al contrario de lo que me ocurrió hace ya varios años en Estrasburgo, el personal de Sanitas resolvió rápidamente la situación y al cabo de unos minutos, me estaban llamando para decirme que lo habían arreglado todo para que pudiera ir al Kantospital (el hospital universitario frente al que estaba la farmacia del día anterior) y me hicieran una radiografía.

Después de unas cuantas escenas que os ahorraré (como por ejemplo, mi periplo para encaramarme en la bañera o el paseo hasta la parada del tranvía como si fuera el jorobado de Notre Dame), hicimos trasbordo en la plaza de la estación, donde nos encontramos con Olga, que se vino con nosotros, y otro trasbordo más ¿cerca de Elisabethenstrasse? (no me estaba enterando demasiado del camino) por parada técnica telefónica y de abastecimiento y finalmente, llegamos al hospital en el sábado más soleado y caluroso de todos los días que llevamos en Basilea (que tiene narices la cosa, la verdad).

Por fin, entramos por la puerta de automóviles de urgencias (más que nada por ser originales, ché), me tomaron los datos en admisión (con preguntas como si estaba casada o qué religión profesaba, jeje) y nos dispusimos a echarle paciencia… Por fin, me llamaron y Carlos se fue, porque había quedado con los colegas (también ahí me habría sentido terriblemente culpable de haberle arruinado la juerga, ¡después de la okupación de su casa!). Primero un ATS me hizo contarle qué me había pasado (aquélla fue la primera de unas cuantas veces), me tomó la tensión y me dio un par de ibuprofenos. Luego Olga y yo volvimos a la sala de espera otro rato a esperar a que me llamara la médico, en particular, una delgadita y rubia estudianta de medicina, que me estrechó la mano vigorosamente al verme.

Nos condujo hasta uno de los boxes y me hizo quitarme los pantalones y tumbarme en la camilla… Ahí fue donde empezó la retahíla de explicaciones (con pregunta sobre alcohol incluida, jeje) y reconocimientos de mi rodilla (ésta fue la que me hizo más daño… Cuando trató de torcerla en lateral, por poco la agarro del cuello… Incluso a Olga, que estaba presenciando el proceso, le dolió). Me enviaron fuera de Urgencias a hacerme una radiografía (más quitarse y ponerse los pantalones y más posturas incómodas), que sólo tardó en salir del horno lo que yo tardé en volver a ponerme los zapatos –no es fácil sin poder doblar la rodilla, leñe-, de vuelta al box y otra vez la superiora de la estudiante me hizo relatarle toda la historia y otra vez me toqueteó la rodilla (ésta era la típica germana con cara decidida… Antes de que tratara de retorcérmela lateralmente, la paré de un grito), le mencionó algo sobre mi menisco a la otra en suizo y ambas se largaron, prometiendo que volverían con su jefe…

Tardaron bastante en volver, tanto que el partido de España ya llevaba casi una hora cuando vinieron con el jefe del servicio (por lo menos, nos enteramos del primer gol por Chiara, que le envió un mensaje a Olga) y yo hasta me había quedado traspuesta en la camilla. Volví a tener que contarle todo el rollo, volvió a toquetearme la rodilla (a éste no le dejé ni intentar lo del giro lateral) y finalmente nos dijo que puede que tenga sobreextensión de ligamentos y algo de menisco, pero que con la rodilla como un balón de fútbol era difícil saberlo, que me iban a colocar una férula y me recetó una ristra de drogas (entre otras cosas, me tengo que meter un chute de heparina todas las noches para no tener trombosis por tener la rodilla tan inmovilizada… Qué previsores, estos suizos… Nunca me habían recetado nada similar…).



Por fin, salimos de allí con férula incluida (por encima del pantalón, pa llamar más la atención, si cabe) a la famosa farmacia de enfrente. Lo bueno es que tenían una tele enorme, así que pudimos ver prácticamente toda la segunda parte del partido contra Suecia (partido cuya repetición estoy viendo ahora mismo: grandísimo gol, el de Villa) mientras me preparaban los medicamentos y las muletas (sí, sí, para colmo de aparatosidad, también tengo que llevar muletas)…


Ya a eso de las ocho estábamos de vuelta en el tranvía, todavía con una tarde preciosa y una temperatura muy agradable. Como entonces me encontraba mucho mejor y tenía un hambre canina, nos dirigimos al Biergarten de los carbonara, a meternos un buen par de ídem entre pecho y espalda… Después ya nos volvimos a casita, al Gundeli Appartmenthaus, y Olga me ayudó a acomodarme, ya con la férula por dentro del pantalón que se resbala menos…

En fin, y así he estado desde entonces, aunque mañana sí me voy a trabajar, aunque vaya a ser toda una odisea llegar hasta allí, no creo que pueda estar encerrada mucho más tiempo… Por lo menos, Chiara ha llegado a Bolonia, aunque se fuera con el susto, Carlos se pudo ir de fiesta ayer, a pesar del cansancio por el accidente, y a Olga sencillamente le he amargado el fin de semana, aunque estoy tratando de ser buena enferma…

¡No diréis que no os cuento historietas! ¿eh?


[Fotos: 1) Símbolo que ya habréis visto hasta en la sopa, ¿no?, 2) Hinchas de Suiza después de haber perdido su primer partido contra Chequia en un bar de la estación, 3) Dentro del Gundelinger Feld, cerca de casa, donde vimos los partidos de Italia y de Francia, 4) Chiara y Maria, con cara de compungidas, después del partido de Italia, 5) Foto de Urgencias: después de todo el toqueteo médico, con la férula ya puesta, 6) Una radiografía de una rodilla: no es la mía, pero perfectamente podría serlo, 7) Mapa de LA farmacia de guardia y el hospital de Basel, por si alguna vez venís aquí y os pasa algo... Ya sabéis donde está, 8) ¡¡¡Ese Villa-Maravilla!!!, 9) La férula, ¡en todo su esplendor! -tendría que hacerme una foto de la rodilla amorfa, pa que os creáis de verdad el balón de fútbol que tengo por rodilla-].



miércoles, 4 de junio de 2008

El SFC




Cuando llegué el año pasado aquí para pasar un fin de semana con Alba, me encontré un buen rollo impresionante… Una de las ventajas de transplantarse a una nueva ciudad durante un mes (que está empezando a volar) es que, al no estar ninguno de ellos atados a sus rutinas habituales, Alba y sus compis de trabajo podían formar una heterogénea familia dispuesta básicamente a disfrutar del tiempo libre después del trabajo…

Está clarísimo que, en general, los españoles tendemos a juntarnos y a distinguirnos de todo el resto cuando estamos en Europa… ¿Está en nuestro carácter? ¿O es que la mayoría de los europeos no llevan de serie el chip para comprender ese “algo” español? Yo tengo que reconocer que antes rehuía de ese tipo de convenciones… No tiene porqué haber confraternización con todos y cada uno de los españoles con los que nos crucemos en el extranjero: ser español no es garantía de simpatía, buen rollo y cachondeo…

Todo eso cambió cuando estuve dos semanas en Bruselas con el grupo de interpretación: entre Vicky, Esther, Tatum, Luis y yo surgió buena química y no parábamos de beber Leffe y Castell, dar larguísimos paseos por toda la ciudad… Y, sobre todo, disfrutábamos de la interpretación, cosa que no habíamos logrado hacer en clase, en Madrid…

Mi segunda experiencia de “piña de españoles” fue el año pasado aquí en Basilea, cuando conocí a la panda que forma el autodenominado SFC, o Spanish Fun Club (cuyo nombre es una pura declaración de principios). Justo aquel fin de semana se unían al club de ese año los miembros del año anterior y yo me los encontré a todos juntos: Alba y Olga (las Pili y Mili traductoras), Maitena (la representante del año 2006 del Banco de España), fede (un profesional la mar de experto en economía y traducción, amante de los helados –lo de la minúscula es cosa suya-), Juan Carlos, aka Johnny (el Banco de España man del año 2007), Raquel (una holandeso-española venida del Banco de Holanda) y Carlos (de todos ellos, el español más basileo, que lleva ya tres años aquí y que es el anfitrión más entusiasta que uno podría desear)…

En las mismas estamos este año, aunque esta vez yo haya ocupado la plaza de Alba (bueno, no, en realidad Alba es insustituible, por eso se viene a vernos este fin de semana), y me pase todo el día a la vera de Olga, y la Banco de España woman sea Carmen Broto, muy maja y simpática ella y a la que echaremos muchísimo de menos, porque nos abandonará en breve, ya que sólo se queda dos semanitas en Basilea…

El programa de actividades del SFC incluye las comidas diarias en las cantinas del curro (puntualmente a la 13.00 todos los días –que ya es tarde para los estándares suizos-), a las que últimamente hemos invitado a unas chicas majísimas de Perú, Ecuador y Chile para ampliar las fronteras del SFC; los subsiguientes cafelitos zu mitnehmen si hace buen tiempo; cines (hoy mismo, Indy 4… Sí, sí, Alfie, otra vez…); helados a granel, principalmente por fede, que podría alimentarse a base de helados si quisiera; tours por Basilea en busca de restaurantes y bares que sirvan comida después de las 10; charlas interminables en el Biergarten de la esquina (también conocido por el restaurante de los carbonara); desayunos tardíos de fin de semana en un Sütter; cenas pantagruélicas en la siempre disponible casa de Carlos; paseos hacia y desde el curro por el camino “eficiente” –rápido pero árido- y, casi siempre, por el “ineficiente” –más largo, pero también más bonito, porque pasamos por delante de una casa morada- y cualquier cosa que se tercie entre medias.

Este año, aunque algunos de los antiguos miembros del SFC no se pueden unir al sarao basileo por sus numerosas ocupaciones profesionales y familiares (aunque tengo entendido que también se reunirán en breve en Madrid) trataremos de aprovechar el tirón de la Eurocopa y nos fundiremos un poco con el ambiente que se avecina, que parece muy entretenido (poco a poco, las calles de Basilea empiezan a llenar de checos y rusos… y de aquí a dos días tendremos a los suizos vestidos todos de rojo con sus pinturas de guerra…).


[Fotos: 1) De izquierda a derecha: Emma y Zack -dos SFCeros de pro, nativos de los USA-, fede, Carlos (con Indy en las manos, aunque no se vea bien), Olga y Carmen; 2) La reunión del SFC del año pasado: Johnny, Maitena, Olga, Raquel , Carlos y Alba; 3) La pausa del café zu mitnehmen con fede, Carmen, Olga y Carlos, 4) Mis dos chicas: Carmen y Olga a la salida del curro, 5) Olga, Carlos y Carmen en el Biergarten, 6) Mis acompañantes de este fin de semana después de desayunar en Sütter].

lunes, 2 de junio de 2008

Primera semana en Basel

¡Vaya!


AeropuertoBasel


Parece mentira que ya haya pasado una señora semana (hoy diez días) en tierras suizas, pero así es, lo que pasa es que con las pocas horas que he dormido a lo largo de la semana, estoy en una especie de estado "alucinado", que me hace perder un poco la noción del tiempo y tengo la sensación de que llevo siglos aquí y por otra, de que sólo han pasado cinco minutos...

Y sí, está clarísimo que ha pasado una semana, porque si consulto el reloj, hace exactamente una semana, Olga (mi compi) y yo ya habíamos dejado atrás Barajas, camino hacia aquí... Atrás había quedado Eurovisión, los agobios por la maleta y mis intentos por enderezar mi horario (me entra la risa sólo de pensarlo, dado que la terapia de choque ha resultado mucho más efectiva: me he levantado todos los días a las 7, salvo el miércoles y el jueves que me levanté a las 5 :-)), y sábado y domingo, que me he levantado a las 9 y a las 10 respectivamente...) ¡No parezco yo!

En lo que sí que parezco yo es en que, a pesar del cansancio, hablo por los codos (empiezo a temerme que mueran los que tengo a mi alrededor… Tampoco es plan de aburrir al personal…), así que ya iba siendo hora de escribir algún postito, para aburriros a vosotros también, a pesar de que he tenido síndrome de Enjuto Mojamuto (si no sabéis quién es -sé que fede no lo sabe-, os lo pongo más abajo) durante toda la semana... Es un poco rollo, la verdad... Yo creía que esto de tener internet iba a resultar más fácil.




En fin, la cosa es que ahora mismo no puedo entretenerme mucho (estoy escribiendo esto mientras desayuno, antes de marcharme al trabajo), pero por lo menos, creo que os pongo una bonita foto de la pista del aeropuerto de Basilea, nada más bajarnos del avión (por cierto, para los que vengan a Basilea, que sepan que eso que ven a la derecha de la foto - donde está la chica rubia- es por donde tienen que ir para entrar en el aeropuerto... ¡No tiene pérdida!)…

¡En breve seguiré contándoos!