Hace casi ya dos meses, el 13 de
marzo, tuvo lugar la jornada dedicada a la traducción, las 3e Rencontres dela traduction, con motivo del Salón del Libro de París, y yo me fui para allá,
aprovechando que estoy aún más a tiro de tren que desde Madrid. Así que, lo
dicho, cogí mis bártulos aquí en Lausana y puse rumbo a París, con breve escala
en la estación de Ginebra.
El día del encuentro traductor,
mi amiga y colega Anne Leignadier (que amablemente me alojó en su casa durante
el Salon du livre) y yo acudimos a Porte de Versailles, un parque empresarial
en el sur de París lleno de pabellones en el que se celebraban simultáneamente
varias ferias dedicadas a los temas más variopintos: golf, inserción
profesional para jóvenes, etc. Para los traductores, se había reservado una gran
sala en el primer piso del pabellón n.º 1, donde las editoriales y los libreros
estaban preparando los stands para que todo estuviera listo al día siguiente,
inauguración del Salon du livre 2013.
El programa del día consistía en
una serie de mesas redondas de diferentes temas en torno a la traducción, que
en general tuvieron una afluencia de público altísima. ¡Me dio pena no charlar
más con los asistentes, porque había muchísimos colegas de profesión! Las mesas
redondas fueron las siguientes:
De 10.15 a 11.30: Traduire hier, aujourd’hui et demain
Participaron en ella Laurence Kiefé,
presidenta de ATLF (Asociación de Traductores Literarios de Francia); Olivier
Mannoni, director del ETL (Escuela de Traducción Literaria); Hélène Henry, la
presidente de ATLAS (Asamblea de la Traducción Literaria en Arles) y André
Gabastou, vicepresidente de ATLAS, con moderación de Isabelle Nyffenegger, jefa
del departamento de creación del CNL (Centro Nacional del Libro).
Fue una charla introductoria muy
informativa, porque en ella explicaron brevemente la trayectoria de ATLF y
ATLAS, que este año festejan sus 40 y 30 años respectivamente. No os aburriré
con detalles de ambas historias (que podéis leer en francés en los enlaces que aparecen al principio), pero sí me gustaría comentar que lo que más me
impresionó fue lo establecidas que están ambas asociaciones, y lo mucho que se
notan esos 40 años de recorrido. Se habló de los diferentes códigos
deontológicos aprobados a los largo de todo este tiempo, y sobre el cambio de
mentalidad que ha habido sobre la enseñanza de la traducción (algo que en un
principio se consideraba imposible de enseñar), y lo mucho que han tenido que
ver tanto la ETL como ATLAS en la evolución de los estudios de traducción y su
aplicación práctica con talleres, prácticas en editoriales, etc.
También se hizo hincapié sobre el
hecho ineludible de que todas estas cosas no serían posibles sin la profesionalización de la actividad y sin que los profesionales
de la traducción no estuvieran bien pagados (asignaturas ambas que, en España, sin duda
todavía tenemos muy pendientes) y sobre la importancia vital de la visibilidad
de los traductores (algo que también he visto puesto en tela de juicio, ¡por
parte incluso de algunos traductores!).
Por último, se mencionó la
evolución que ha sufrido la profesión a lo largo de este tiempo por dos
importantes advenimientos: el primero, la llegada de Internet, que ha sacado a
los traductores de las bibliotecas para ofrecerles una ventana de información,
pero también de interactuación con otros colegas de profesión y el segundo, la
llegada del libro electrónico, algo que, por lo que yo misma pude ver en el
Salon du livre, no está ni mucho menos claro cuáles serán sus efectos a medio y
largo plazo, pero que, de momento, está cambiando las reglas del juego porque
supone un cambio en el sistema de distribución y explotación de las obras
literarias.
> Entre la primera y la segunda mesa redonda, tuvo lugar una breve intervención de Maruxa Carranza, responsable de intercambios culturales de la embajada española en París (cuya ausencia en la segunda mesa redonda decepcionó a algunos asistentes, pues hubiera estado bien que explicara con más detalle lo que vino a contar). En ella, nos habló de un proyecto de plan de venta de derechos llamado New Spanish Books, en el que un comité evalúa obras enviadas por las editoriales españolas para su promoción y distribución entre las editoriales francesas. El proyecto, por lo visto, es bastante nuevo, así que aún no se conocen los resultados del mismo, pero tenía pinta de ser interesante, aunque, por lo que pude ver en el resto del Salon du livre, la cultura y la literatura españolas están sorprendentemente poco representadas y promocionadas en el país vecino.
De 11.30 a 12.30: Traduire au-delà des frontières
Con Eric Boury, traductor del
islandés; Débora Farji-Haguet, traductora técnica especializada en los sectores
del lujo, el arte y la cultura; Hélène Amalric, editora y traductora; y Thibaud
Eliroff, editor de la editorial Pygmalion, especializada en ciencia ficción,
con moderación de Françoise Wirth, de la revista Traduire.
Esta fue quizá la mesa redonda
más deslabazada, porque cada uno de sus integrantes contó su propia experiencia
profesional y todas ellas eran, en realidad, bastante diferentes entre sí. A pesar de
todo, fueron bastante interesantes sus intervenciones individuales.
Thibaud Eliroff, por ejemplo, habló sobre
la traducción de Juego de tronos, dado que Pygmalion se encarga de la misma, y
lo que supuso el cambio de traductor en un momento dado de la serie: el primer
traductor optó por un lenguaje medievalizado, que en algunos casos se alejaba
tanto del original que casi podría considerarse una adaptación (lo que los
franceses llaman una belle infidèle), y los problemas a los que tuvo que hacer
frente el nuevo traductor al encontrarse con una traducción tan conocida y
seguida, para «desfacer los entuertos» en los que su primer colega lo había
metido.
También me interesó la intervención
de Eric Boury, traductor del islandés, que nos explicó su experiencia como
traductor de una lengua minoritaria que actualmente está teniendo un verdadero
boom en el mercado francés (como consecuencia en parte por el tirón producido
por la literatura escandinava). Me sentí muy identificada con su filosofía de
traducción: cómo llegó por casualidad a la traducción literaria, y cómo ha
acabado por enamorarse de «utilizar tus propias palabras escudándose en las
palabras de otros», por lo que la traducción se ha convertido en su razón de
vivir. Ya sé que es una mentalidad terriblemente romántica y
que no se ajusta en absoluto a las inclemencias comerciales de una actividad
bastante maltratada (por suerte, no es el caso de Boury, cuya agenda parece
reservada con años de antelación). Por último, también mencionó lo
importante que es mantener una relación de confianza con los editores (en su
caso, entre otros, con sus editores de la editorial Gallimard).
Por último, la intervención que
más me interesó fue la de Débora Farji-Haguet, traductora técnica especializada
en el sector del lujo. Ella nos habló de la diferencia que se suele hacer entre
los dos principales tipos de traducción, la que en francés llaman «pragmática»
(que me imagino que en español sería eso que metemos en el amplio saco de la «técnica») en
contraposición con la literaria. Ella defiende (y yo también, aunque soy
consciente de que la mayor parte de mis colegas de profesión no están de
acuerdo con esto) que ella es traductora por encima de todo, y que la
visibilidad del sector no debería pasar por qué tipo de especialidad desarrolla
un traductor, sino por su dominio de la profesión. Yo, que hasta ahora me he
mantenido gracias a ambos tipos de traducción, creo que aunque se pueden
establecer diferencias entre ambos en su ejecución, son actividades totalmente
complementarias: creo que, con la formación adecuada, un traductor técnico
puede hacer literatura y viceversa. No es en absoluto excluyente y lo más
importante: ninguno de los dos tipos de traductores son más importantes que los
otros, ni más inteligentes, ni mejor formados. Simplemente, son dos actividades
emparentadas, como lo están a su vez ambas con la interpretación, y ambas
deberían recibir reconocimiento, visibilidad y, lo más importante de todo,
estar bien pagadas, porque son un trabajo especializado (lo de la traducción
literaria no es ni medio normal, muchachos). ¿La conclusión de Débora? «Haremos
a la gente feliz si hacemos nuestro trabajo felices». Qué gran verdad…
¡Mañana, en la próxima entrada, os contaré más sobre las charlas de la tarde!
¡Mañana, en la próxima entrada, os contaré más sobre las charlas de la tarde!
Sobre,lo dela visibilidad de la profesión, a mí me ha llamado mucho la atención ver que en las películas y series dobladas al francés se incluye al equipo de doblaje en los títulos de crédito al final de la emisión. Esto en España, ni de lejos.
ResponderEliminarAcerca de la diferencia entre profesionales traductores, desde lejos esa diferencia taaan importante no se distingue. Para una persona común un traductor literario, un doblador, un traductor técnico y un intérprete son exactamente lo mismo. A lo mejor conviene que los profesionales del sector tengan esto un poquito más en cuenta en lugar de andarse con diferencias profesionales (y ególatras) irrelevantes.
Y, sin embargo, esas diferencias que para el público en general son indistinguibles (falta muchísima concienciación, educación, visibilidad...), son las que marcan diferencias grandísimas de tarifa, de sueldo, de aceptación de la profesión, de que unos se crean "más guays" o importantes, o ignorados que otros, de que haya algunos que lo usen como auténtico reclamo publicitario (¡Miradme! ¡Soy un jurista lingüista! ¡Todos los que no sean como yo no son capaces de traducir textos jurídicos! ¡Yo soy el único que puede!), etc... Vaya, un auténtico despropósito.
ResponderEliminarMuchos aún no han entendido que en la unión está la fuerza (frente al mundo exterior, que no entiende ná); a veces, esa unión, sobre todo en los círculos de traductores españoles, es más impostada que otra cosa.