domingo, 17 de mayo de 2009

The Bridge Project I

Dedicado a Alba también.

¡Vaya! ¡Parece que todos los posts que escribo ultimamente tienen que ir dedicados a la misma persona!

Pues sí, efectivamente si no llega a ser por Alba, este post y el siguiente no serían posibles. Y es que nuestro mes de abril ha tenido mucho teatro gracias a que ella tuvo la rapidez de lanzarse a comprar las entradas para The Bridge Project, el proyecto teatral organizado por Sam Mendes (director de las dos obras que fuimos a ver) y Kevin Spacey.

Como la canción de Sting, Mendes es un británico en Nueva York y Kevin Spacey, a su vez, es el director teatral del teatro Old Vic de Londres, o sea, que ha cruzado el charco en sentido contrario... Y básicamente en eso se resume la experiencia del The Bridge Project, un puente de productores, actores y creativos anglosajones de ambos lados del charco atlántico, colaborando en una iniciativa conjunta para demostrar que el idioma común, al margen de los acentos, une más que separa...

En los últimos años, siempre nos hemos apuntado a estas iniciativas de teatro en inglés... Siempre que hemos podido, hemos ido a ver a la Royal Shakespeare Company, que desde hace unos años, es una asidua del Teatro Español (hace dos años vimos a un arrollador Ralph Fiennes en Julius Caesar y el año pasado trajeron Cymbeline).

Este año se nota que el Español se va diversificando gracias esta nueva iniciativa transatlántica, que ha sido de lo más interesante, con un reparto que nos producía mucha curiosidad, empezando porque dos de los papeles protagonistas eran de Sinéad Cusack, que para nosotras probablemente siempre será Mrs. Thornton, la madre del macizo Mr. Thornton de la miniserie de la BBC North & South, y bueno, esposa de Jeremy Irons, para más señas. Luego, por supuesto, venían otros actores aún más conocidos, como Ethan Hawke o Rebecca Hall (Vicky, amiga de Cristina en Barcelona) y otros mucho menos, como Simon Russell Beale o Josh Hamilton...

El primer martes fuimos a ver El jardín de los cerezos (inexplicablemente traducido en los subtítulos como "el huerto de los guindos", pasándose por el forro toda convención histórico-literaria). Yo ya tenía ganas de ver una obra de Chéjov, pues no había visto ninguna y me gustó, aunque me quedé con la sensación de que los actores anglosajones, aunque son magníficos, no le hacen toda la justicia que se merece a este autor ruso...

Después, he estado leyendo algunas cosas interesantes en internet sobre la obra. Por lo visto, cuentan en la Wikipedia que Chéjov concibió El jardín de los cerezos como una obra en tono de comedia, en la que rescataba ciertas experiencias de su niñez, cuando su madre se vio obligada a vender ciertos terrenos que habían pertenecido a su familia desde hacía generaciones. Chéjov desarrolló la obra a lo largo de varios años, durante los cuales se estuvo recuperando de una tuberculosis en el campo, lo cual influyó en la visión que refleja en la obra de la naturaleza que lo rodeaba. Una de las cosas que más le satisfacían a Chéjov era el título de su obra, que terminó en octubre de 1903. La envió inmediatamente al Teatro del Arte de Moscú, donde tendría lugar su estreno. Tres semanas después de que se la enviara a Stanislavski, que era el encargado de montarla, Chéjov descubrió en los ensayos que el afamado director le había dado una pátina trágica a su obra, imposible de enmendar. Además, habían sustituido la palabra "huerto" (jardín en la versión española) por "plantación" (que sonaba mucho más "bolchevique")... ¡Menos mal que consiguió arreglar eso por lo menos!

Esto me hizo comprender muchas cosas del montaje que habíamos visto... En todo momento, tuve la incómoda sensación de que no sabía si estábamos viendo una tragedia, una comedia o algo a medio camino entre las dos cosas (¡al final, era eso!). Además, creo que una de las equivocaciones de este montaje en particular es que el jardín de los cerezos, al que se hacen referencias constantes a lo largo de toda la obra casi como si él mismo fuera un personaje más, con todo el simbolismo de lo que su destino supone, no estaba lo suficientemente presente en los decorados, en torno a los personajes, que se limitaban a mirar hacia el patio de butacas contemplando el infinito, como si vieran los cerezos entre el público...

Por lo demás, en cuanto a las actuaciones individuales, Simon Russell Beale me gustó muchísimo, Ethan Hawke no estaba mal (me impresionó sobre todo su chorro de voz... ¡¡¡¡Qué peaso de voz, madre mía!!!!), aunque el personaje del eterno estudiante que interpretaba era un poco soseras, la verdad... Y por supuesto, Sinéad Cusack estaba que se salía, aunque también es cierto que su personaje de aristócrata que ha dilapidado su fortuna era el más agradecido y Rebecca Hall me pareció muy sosa y seca, aunque su personaje de Varia, con ese carácter monjil que tenía, tampoco ayudaba, así que no me dio demasiada buena espina, aunque prometí esperar a ver la segunda obra para juzgarla.

En el siguiente post, os contaré qué me pareció el segundo montaje, Winter's Tale de Shakespeare.



[Fotos: 1) El reparto de actores principales junto con Sam Mendes, el director de las dos obras, en la presentación del Teatro Español en Madrid, 2) Sam Mendes y Kevin Spacey, los creadores del proyecto, 3) Ralph Fiennes en Julius Caesar, 4) Sinéad Cusack en su papel de aristócrata venida a menos, 5) Ethan Hawke, el estudiante Trofímov, 6) El reparto al completo de El jardín de los cerezos.]


3 comentarios:

  1. Hola Julia...

    Qué interesante! ¿No resulta difícil entender el inglés recitado en verso en un teatro? Tiene que ser una gozada ver a esos actores en vivo. Un saludo y cuenta más cosas

    Luis

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  2. ¡Hola Luis!

    Sí, como dice eulez, había sobretítulos, así que la diversión aumentaba (por lo menos para mí), por ver qué ponían y qué omitían en los sobretítulos.

    Lo del "huerto de los guindos" precisamente apareció en los sobretítulos (yo creo que al traductor se le fue la pinza, porque luego concordaba "guindos" en femenino, en plan "¡Qué rojas están y qué apetitosas parecen!").

    La verdad es que con Chéjov, se miraban menos los subtítulos... Con Shakespeare, la cosa se complica, porque hay cosas que el oído no capta del todo, pero aún así, es un gustazo escucharlos declamar al maestro.

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